viernes, 29 de abril de 2016

Inner Ghost - Capítulo 1

¡iAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH! Un grito desgarrador terminó de sacar del letargo a aquellos que no habían aún escuchado el estruendo generado por un carro y una motocicleta.
La mujer que gritaba desfiguraba su cara en una horrible expresión de pánico, posiblemente era la escena más cruda que había visto en su vida. No tardó mucho en contagiar ese terror a  otros
fisgones que se acercaban a la escena, algunos ya sacaban sus dispositivos electrónicos para informar a sus redes y para tomar  fotos mórbidas sobre el joven que yacía  en el suelo rodeado por una piscina de cálida sangre con las piernas quebradas, el cráneo deformado, algunas lágrimas que habían bajado por su cara y no se habían secado en su totalidad.
El joven, un estudiante universitario recién iniciado de unos diecisiete años, cabello negro y ojos café oscuro presa del destino cuando iba a la universidad en su moto nueva. Al verlo con detenimiento se podía observar como la vida se le escapaba del cuerpo al mismo ritmo que su sangre corría por el suelo.
A la llegada de los paramédicos ya no había mucho que hacer, se llevaron  los vestigios de lo que alguna vez fue una persona dejando atrás algunas de sus pertenencias que cayeron de sus bolsillos al ser golpeado, una de ellas una identificación, su nombre…


1 día antes.

- ¡Clovis! ¿Qué estás haciendo?, ¡deja eso y ven a ayudarme!. – exclamó una mujer que parecía algo molesta, era una mujer mayor y esbelta, unos cuarenta años a lo sumo. Delatada por las canas que asomaban en la base de su cabello que hacían alto contraste en su cabello negro.
- ¡Ya voy! – respondió aburrido un Clovis que se divertía jugando con una motocicleta que sus padres le regalarían en un par de días pero que había descubierto con antelación.
- ¡No sé qué demonios pensaba tu padre escondiendo un regalo tan grande en el garaje! ¿Es que te considera estúpido? -  blasfemaba mientras cortaba los aliños para el almuerzo - ¡Deja eso de una buena vez y ven a  ayudarme!
Clovis abandono el jugueteo emocionado y fue a ayudar a su madre, llevaba apenas un par de meses en la universidad y su cumpleaños estaba cerca, el haber descubierto su regalo antes de tiempo lo estaba matando de la emoción y a la vez de la frustración por no poder disfrutarlo y tener que esperar un día para poder usarlo.
El almuerzo se hizo rápido aunque para Clovis el tiempo empezaba a ser eterno por la espera, disfrutó de una amena conversación con sus padres, algunas críticas al gobierno y quejas de que la situación estaba realmente mal y, aunque no estuvieran pasando hambre era realmente notorio que cada día era más peligroso andar por la calle.
Llegada la media tarde ya era hora de que Clovis fuese a la universidad, riñó con sus padres para que le permitieran usar su regalo antes de tiempo y terminó teniendo que elegir entre ser  llevado por su padre en el auto o ir en transporte público, como él lo resumiría “una derrota total”.
En el camino a la universidad paseó por la avenida intercomunal mientras escuchaba la radio en el carro de su padre. Narraban como algunas masacres se había presentado en algunos lugares en donde los sospechosos no eran capturados, según lo describían parecía demasiado irreal como una sola persona podía matar a tantos y escapar dejando solo muertos a quien se les acercaba, actualmente ni la policía quería seguir con las investigaciones de esos casos.
Rápidamente llego a la universidad de oriente (UDO) donde con ánimo lo esperaban sus compañeros, aunque dicho entusiasmo no era precisamente por querer aprender sino más bien por reunirse entre ellos.
- ¡En serio no sé por qué te fuiste! – exclamó una de sus compañeras mientras Clovis se bajaba del auto – Te hubieses quedado a comer con nosotros
- Hasta luego papá – se despidió Clovis sin prestar atención a si su padre le respondió – Ya te dije, quería comer en casa, mamá iba a preparar mejor comida que cualquiera que se consiguiera en el comedor de esta universidad
- Vamos, eres una nenaza. – le contestó su otro compañero – Vamos María, se nos hará tarde.
- ¡Es cierto!, vamos Clovis, Roberto tiene razón, tendremos que correr.
Sin decir nada Clovis siguió a María y a Roberto con paso apresurado, ya era la hora de entrar y aunque todos se quejaban de lo aburridas que eran las clases a Roberto no le gustaba llegar tarde a ninguna parte.
Llegaron al aula de clases y ahí estaba el resto de sus compañeros, el profesor venía retardado así que empezaron a matar un poco el rato conversando. El tema de conversación principal que se escuchaba era el de las masacres que habían estado ocurriendo aunque nadie allí tenía ni pistas de lo que estaban contando, solo lo que se escuchaba por las noticias.
Clovis se mantenía al margen de las conversaciones, estaba escéptico, le parecía virtualmente imposible que una persona asesinara a tanta gente y que la policía no pudiese capturarlo, sabía que existían problemas de seguridad en el país pero no al nivel de algo tan hablado como esto que era un tema de conversación en boca de todos.
Durante su meditación al respecto llegó el profesor y empezó la clase. Como siempre, a duras penas pudo concentrarse y el tiempo se le hizo eterno, habían dos temas que bailaban en su cabeza pero que no se mezclaban por ser como agua y aceite. Su regalo que lo esperaba y cada vez faltaba menos y los dichosos asesinos en masa que por más vuelta que le daba menos creíble le parecía.
Al fin llegó el momento de volver a casa, con gran desespero se despidió y corrió a donde lo esperaba su padre para llevarlo de vuelta. las noticias de la noche no distaban mucho de las que había escuchado antes, se notaba que era un tema muy sonado lo cual debilitaba el escepticismo de Clovis.
Después de un rato al fin llegó a su casa, en esta ocasión corrió a dormir, ni ganas de comer tenía, solo quería poder montar en su moto y llegar mañana a la universidad. Se contuvo toda la tarde de comentarle a sus compañeros al respecto para sorprenderlos al día siguiente, fue una tarea difícil pero se sentía satisfecho, solo faltaba que pasara la noche que vaticinaba ser larga y así fue, le costó tomar sueño y no pudo cerrar los ojos hasta las dos de la madrugada.


Sonó el despertador justo a las seis de la mañana y a diferencia del resto de las mañanas en esta ocasión no le costó levantarse. Dando saltitos de alegría fue al baño a lavarse mientras su padre preparaba el desayuno. Luego de alistarse fue al comedor y tomó su arepa y la devoró en segundos, no esperó las felicitaciones por su cumpleaños y contento recibió las llaves de su motocicleta.
La excitación era tan grande que no prestó atención a lo que sus padres le decían sobre tener cuidado y prestar atención, no era la primera vez que conducía una moto, ya sabía cómo hacerlo.
Salió disparado como flecha después de que sus padres terminaron de dar sus advertencias y encendió su moto, su madre no se veía feliz del todo pero su padre sabía lo mucho que  Clovis deseaba tener ese paso hacia la libertad.
Se despidió distraído y arrancó pensando por qué camino tomar, quería tomar la ruta más larga  posible, el fin de semana estaba cerca podía ya pensar en irse en la moto a pasear a otra ciudad pero eso tendría que esperar, por ese momento el deseaba lucir su moto a sus compañeros, tomó la intercomunal pero no el retorno, decidió seguir derecho y dar la vuelta en el elevado que estaba más adelante, así podría disfrutar de su motocicleta más tiempo, al final y al cabo estaba yendo temprano a la universidad, no había razón para apurarse.
En el camino vislumbró como la gente llegaba a sus respectivos trabajos, se jactó de felicidad al ver autobuses repletos de gente y no necesitarlos. Manejaba sin mucha prisa y con gran satisfacción, por fin se sentía libre de ir a donde quisiera y cuando quisiera, un paso a la tan ansiada libertad que quería.
Ya había llegado a la vía alterna donde se encontraba la universidad, ya podía ver la entrada desde allí y arrancó al ver el semáforo en verde sin notar la camioneta que se dirigía hacia él, la esquivó lanzando la moto hacia su derecha pero sin darse cuenta que un carro estaba pasando por ese lado.
El golpe fue demasiado fuerte, escuchó un grito ensordecedor de alguna mujer que por allí andaba y con la vista nublada notó como muchas sombras se reunían alrededor de él. Sentía gran dolor en sus piernas y sus pensamientos eran demasiado confusos, las lágrimas de dolor hacían surcos en su cara y empezaba a sentir frío aunque un cálido líquido empezaba a envolverlo “oh… es mi sangre…” dijo al tiempo que perdía la vista completamente y no pasaron más de diez segundos cuando su corazón paró.

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