¡iAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!
Un grito desgarrador terminó de sacar del letargo a aquellos que no habían aún escuchado
el estruendo generado por un carro y una motocicleta.
La mujer que
gritaba desfiguraba su cara en una horrible expresión de pánico, posiblemente
era la escena más cruda que había visto en su vida. No tardó mucho en contagiar
ese terror a otros
fisgones que se acercaban a la escena, algunos ya sacaban sus dispositivos electrónicos para informar a sus redes y para tomar fotos mórbidas sobre el joven que yacía en el suelo rodeado por una piscina de cálida sangre con las piernas quebradas, el cráneo deformado, algunas lágrimas que habían bajado por su cara y no se habían secado en su totalidad.
fisgones que se acercaban a la escena, algunos ya sacaban sus dispositivos electrónicos para informar a sus redes y para tomar fotos mórbidas sobre el joven que yacía en el suelo rodeado por una piscina de cálida sangre con las piernas quebradas, el cráneo deformado, algunas lágrimas que habían bajado por su cara y no se habían secado en su totalidad.
El joven, un
estudiante universitario recién iniciado de unos diecisiete años, cabello negro
y ojos café oscuro presa del destino cuando iba a la universidad en su moto
nueva. Al verlo con detenimiento se podía observar como la vida se le escapaba
del cuerpo al mismo ritmo que su sangre corría por el suelo.
A la llegada de
los paramédicos ya no había mucho que hacer, se llevaron los vestigios de lo que alguna vez fue una
persona dejando atrás algunas de sus pertenencias que cayeron de sus bolsillos
al ser golpeado, una de ellas una identificación, su nombre…
1 día antes.
- ¡Clovis! ¿Qué estás haciendo?, ¡deja eso y ven a
ayudarme!. – exclamó una mujer que parecía algo molesta, era una mujer mayor y
esbelta, unos cuarenta años a lo sumo. Delatada por las canas que asomaban en
la base de su cabello que hacían alto contraste en su cabello negro.
- ¡Ya voy! –
respondió aburrido un Clovis que se divertía jugando con una motocicleta que
sus padres le regalarían en un par de días pero que había descubierto con
antelación.
- ¡No sé qué
demonios pensaba tu padre escondiendo un regalo tan grande en el garaje! ¿Es
que te considera estúpido? - blasfemaba
mientras cortaba los aliños para el almuerzo - ¡Deja eso de una buena vez y ven
a ayudarme!
Clovis abandono
el jugueteo emocionado y fue a ayudar a su madre, llevaba apenas un par de
meses en la universidad y su cumpleaños estaba cerca, el haber descubierto su
regalo antes de tiempo lo estaba matando de la emoción y a la vez de la
frustración por no poder disfrutarlo y tener que esperar un día para poder
usarlo.
El almuerzo se
hizo rápido aunque para Clovis el tiempo empezaba a ser eterno por la espera,
disfrutó de una amena conversación con sus padres, algunas críticas al gobierno
y quejas de que la situación estaba realmente mal y, aunque no estuvieran
pasando hambre era realmente notorio que cada día era más peligroso andar por
la calle.
Llegada la
media tarde ya era hora de que Clovis fuese a la universidad, riñó con sus
padres para que le permitieran usar su regalo antes de tiempo y terminó
teniendo que elegir entre ser llevado
por su padre en el auto o ir en transporte público, como él lo resumiría “una
derrota total”.
En el camino a
la universidad paseó por la avenida intercomunal mientras escuchaba la radio en
el carro de su padre. Narraban como algunas masacres se había presentado en
algunos lugares en donde los sospechosos no eran capturados, según lo
describían parecía demasiado irreal como una sola persona podía matar a tantos
y escapar dejando solo muertos a quien se les acercaba, actualmente ni la
policía quería seguir con las investigaciones de esos casos.
Rápidamente
llego a la universidad de oriente (UDO) donde con ánimo lo esperaban sus
compañeros, aunque dicho entusiasmo no era precisamente por querer aprender
sino más bien por reunirse entre ellos.
- ¡En serio no
sé por qué te fuiste! – exclamó una de sus compañeras mientras Clovis se bajaba
del auto – Te hubieses quedado a comer con nosotros
- Hasta luego
papá – se despidió Clovis sin prestar atención a si su padre le respondió – Ya
te dije, quería comer en casa, mamá iba a preparar mejor comida que cualquiera
que se consiguiera en el comedor de esta universidad
- Vamos, eres
una nenaza. – le contestó su otro compañero – Vamos María, se nos hará tarde.
- ¡Es cierto!,
vamos Clovis, Roberto tiene razón, tendremos que correr.
Sin decir nada
Clovis siguió a María y a Roberto con paso apresurado, ya era la hora de entrar
y aunque todos se quejaban de lo aburridas que eran las clases a Roberto no le
gustaba llegar tarde a ninguna parte.
Llegaron al
aula de clases y ahí estaba el resto de sus compañeros, el profesor venía
retardado así que empezaron a matar un poco el rato conversando. El tema de
conversación principal que se escuchaba era el de las masacres que habían
estado ocurriendo aunque nadie allí tenía ni pistas de lo que estaban contando,
solo lo que se escuchaba por las noticias.
Clovis se
mantenía al margen de las conversaciones, estaba escéptico, le parecía
virtualmente imposible que una persona asesinara a tanta gente y que la policía
no pudiese capturarlo, sabía que existían problemas de seguridad en el país
pero no al nivel de algo tan hablado como esto que era un tema de conversación
en boca de todos.
Durante su
meditación al respecto llegó el profesor y empezó la clase. Como siempre, a
duras penas pudo concentrarse y el tiempo se le hizo eterno, habían dos temas
que bailaban en su cabeza pero que no se mezclaban por ser como agua y aceite.
Su regalo que lo esperaba y cada vez faltaba menos y los dichosos asesinos en
masa que por más vuelta que le daba menos creíble le parecía.
Al fin llegó el
momento de volver a casa, con gran desespero se despidió y corrió a donde lo
esperaba su padre para llevarlo de vuelta. las noticias de la noche no distaban
mucho de las que había escuchado antes, se notaba que era un tema muy sonado lo
cual debilitaba el escepticismo de Clovis.
Después de un
rato al fin llegó a su casa, en esta ocasión corrió a dormir, ni ganas de comer
tenía, solo quería poder montar en su moto y llegar mañana a la universidad. Se
contuvo toda la tarde de comentarle a sus compañeros al respecto para
sorprenderlos al día siguiente, fue una tarea difícil pero se sentía
satisfecho, solo faltaba que pasara la noche que vaticinaba ser larga y así
fue, le costó tomar sueño y no pudo cerrar los ojos hasta las dos de la
madrugada.
Sonó el
despertador justo a las seis de la mañana y a diferencia del resto de las
mañanas en esta ocasión no le costó levantarse. Dando saltitos de alegría fue
al baño a lavarse mientras su padre preparaba el desayuno. Luego de alistarse
fue al comedor y tomó su arepa y la devoró en segundos, no esperó las
felicitaciones por su cumpleaños y contento recibió las llaves de su
motocicleta.
La excitación
era tan grande que no prestó atención a lo que sus padres le decían sobre tener
cuidado y prestar atención, no era la primera vez que conducía una moto, ya
sabía cómo hacerlo.
Salió disparado
como flecha después de que sus padres terminaron de dar sus advertencias y
encendió su moto, su madre no se veía feliz del todo pero su padre sabía lo
mucho que Clovis deseaba tener ese paso
hacia la libertad.
Se despidió
distraído y arrancó pensando por qué camino tomar, quería tomar la ruta más
larga posible, el fin de semana estaba
cerca podía ya pensar en irse en la moto a pasear a otra ciudad pero eso
tendría que esperar, por ese momento el deseaba lucir su moto a sus compañeros,
tomó la intercomunal pero no el retorno, decidió seguir derecho y dar la vuelta
en el elevado que estaba más adelante, así podría disfrutar de su motocicleta
más tiempo, al final y al cabo estaba yendo temprano a la universidad, no había
razón para apurarse.
En el camino
vislumbró como la gente llegaba a sus respectivos trabajos, se jactó de
felicidad al ver autobuses repletos de gente y no necesitarlos. Manejaba sin
mucha prisa y con gran satisfacción, por fin se sentía libre de ir a donde
quisiera y cuando quisiera, un paso a la tan ansiada libertad que quería.
Ya había
llegado a la vía alterna donde se encontraba la universidad, ya podía ver la
entrada desde allí y arrancó al ver el semáforo en verde sin notar la camioneta
que se dirigía hacia él, la esquivó lanzando la moto hacia su derecha pero sin
darse cuenta que un carro estaba pasando por ese lado.
El golpe fue
demasiado fuerte, escuchó un grito ensordecedor de alguna mujer que por allí
andaba y con la vista nublada notó como muchas sombras se reunían alrededor de
él. Sentía gran dolor en sus piernas y sus pensamientos eran demasiado
confusos, las lágrimas de dolor hacían surcos en su cara y empezaba a sentir
frío aunque un cálido líquido empezaba a envolverlo “oh… es mi sangre…” dijo al
tiempo que perdía la vista completamente y no pasaron más de diez segundos
cuando su corazón paró.
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